Pequeña reflexión después de ver la película “de padres a hijos” de Gabriele Muccino.

Dolor y amor, dos sentimientos encontrados que llenan nuestras vidas; nos invaden, nos arrastran, nos poseen. Hacen de nuestro día a día magia, forman parte de nuestro corazón y sabemos que sin uno de los dos no estamos completos.

Dolor, sentir aquello que vivimos; experimentar aquello que nos duele; aceptar que somos seres y humanos y sufrimos. Amor, querer aquello que tenemos; amar aquello que somos y desear a nuestro niño pequeño satisfecho. Hoy en día, vivimos corriendo sin parar a vivir, escondemos lo que sentimos bajo falsas sonrisas y falsos pretextos. No queremos aceptar nuestro dolor porque de su mano vienen el miedo, la inseguridad, la falta de confianza en uno mismo y la fobia al abandono. Creemos que el dolor nos perjudica, suponemos que nos hace débiles y, por lo tanto, inferiores. Estamos completamente equivocados.

En realidad, sentirlo todo es bueno, mejor dicho, necesario.  Amar cada parte de nosotros, escuchar para sanar viejas heridas y crecer; todo forma parte de un camino que, como decía Machado, se hace al andar. Asique amemos, gritemos, lloremos, riamos… sea por la muerte de un ser querido, sea por la pérdida de un lápiz; sintamos cada instante de nuestra existencia y de este modo, poco a poco, avancemos; pasito a pasito, viviendo el camino.

 

Magnífica película que habla de la sanación de los traumas de la infancia de una manera muy directa y clara; este grandioso film nos muestra la importancia del amor y nos habla de la necesidad de aprender, crecer y seguir adelante. ¡¡os la recomiendo!!

 

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