Soy feliz

“Respira y vuelve a intentarlo. No te pongas nervioso, ya casi lo tienes, último esfuerzo.”

Siempre lo mismo, las mismas palabras, los mismos gestos. Estoy harto de que me considere un inútil, incapaz de hacer bien las cosas. No entiende, ese es el problema, no entiende que tengo otros sueños, otras ambiciones.

Normalmente no le hago caso, asiento y hago como si nada, pero hoy no estoy de humor. Lentamente, nada más oír sus palabras, dejo caer el robot con el que estoy trabajando y me voy de la clase. La oigo gritar y la ignoro. Sigo andando, cada vez más rápido hasta que ya no oigo sus pasos. Solo entonces me detengo y observo a mi alrededor. Me encuentro en un pasillo desconocido, con muchas puertas y una gran cortina al fondo. Asombrada empiezo a andar. Me recorro el pasillo silenciosamente, busco algo que me diga donde estoy pero no lo encuentro. Me estoy acercando al final, cada vez más nerviosa, tengo miedo de que alguien se de cuenta de que estoy aquí. Finalmente llego, me quedo parada delante del gran cortinaje. Acaricio la tela suavemente, es pesada y suave a la vez. Tengo la sensación de que esconde algo, algo maligno y oscuro. Quiero saber que es.

Cojo la tela y la aparto dejando al descubierto una gran puerta. Es de madera, muy antigua e impresiona. Me quedo boquiabierta, no sabía que mi colegio escondía estos secretos… Empujo suavemente pero no se abre, presiono con más fuerza y entonces sí se oye un clic. A poco a poquito se abre la puerta y la atravieso. Esta oscuro, muy oscuro. Tan oscuro que me dan ganas de volver atrás pero entonces recuerdo la voz de mi profesora y me digo a mi mismo que puedo con todo. Decido continuar, avanzo en las tinieblas sin saber ni donde estoy ni a donde voy, pero eso no me preocupa. Mientras camino, me doy cuenta que soy feliz, estoy haciendo lo que más me gusta, investigar, y sé que luego escribiré una bonita historia sobre esto. Me olvido de todo, solo estoy yo, aquí y ahora. Sigo caminando, el tiempo se ha esfumado, avanzo en silencio mientras pienso en como estoy viviendo mi vida. ¿Me gusta? ¿Quiero seguir así? Me hago preguntas sin respuesta, reflexiono sobre aspectos que antes no había ni siquiera considerado. Me alegro de estar aquí.

De repente, todo se ilumina. Mágicamente el oscuro pasillo se convierte en un ancho corredizo repleto de nombres. Maravillada empiezo a leer. En estos muros hay la historia de centenares de alumnos. Frases, sueños, aventuras… llenan las paredes de este extraño pasillo. Me pongo a leer los que más me llaman la atención. Hay una chica que explica como es de bonito enamorarse. Otra, habla de lo duro que es sentirse incomprendida. Un chico escribe que esta harto de la vida y que en el colegio solo se la hacen más imposible. Todos tienen una historia, algo que contar, y a medida que voy avanzando descubro los mismos nombres pero con un comentario totalmente distinto. Ahora hablan de esperanza, sabiduría, comprensión, amor.. Parece que han vuelto más de una vez y que han ido creciendo. Estoy asombrada y encantada de haber encontrado un lugar así.

Decido escribir yo también mi historia y por eso doy marcha atrás, voy en busca de un rotulador para dejar mi marca. Me da rabia no llegar al final, pero prefiero reservarlo, quiero avanzar al mismo tiempo que crezca y no precipitarme. El camino de vuelta se me hace más corto, parece que vuele mientras recorro el pasillo… Cuando llego al final, la mala suerte me saluda y a quién me encuentro justa en la puerta es al director que no parece muy contento de verme. Justo en el instante en que abre la boca para regañarme me despierto.

Desconcertada vuelvo a cerrar los ojos y los abro otra vez, pero aquí estoy, en mi linda camita. Es una lástima que todo haya sido un sueño, pero por si acaso pienso buscar esa cortina cueste lo que cueste. Una maravilla tan grande no puede ser fruto de mi imaginación. Aun así, he descubierto que soy feliz.

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