Querida Ana,
Hace tiempo que quiero contarte como conocí a tu madre. Creo que esté es el momento ideal.
Hace muchos años, en tiempos de guerra, conocí a vuestra madre. Me habían herido y en el hospital me curó. Tarde un mes en recuperarme y al darme el alta pensé en hacerme daño para volver a estar a su lado. Pero no lo hice, mi país me necesitaba, eso sí, antes de irme me declaré. Le dije que la amaba y que me esperase. Ella me prometió que así lo haría. Luche por ella, sobreviví por ella, y se acabó. Ganamos y súper feliz fui a buscarla. Su padre (vuestro abuelo) me dio su consentimiento. Nos marchamos a vivir al campo, en una casa preciosa con campos de cultivo.
Cada mañana nos despertábamos sobre las 9:00, desayunábamos e íbamos a conrear las tierras. Comíamos en familia y cuando acabábamos Nos contábamos historias de aventuras. En los fines de semana íbamos al cine a ver una película. Y por la noche hacíamos el amor. En resumen, éramos una familia feliz hasta que el alcalde nos anunció que iban a vender nuestras tierras. Nos desalojaron y tuvimos que buscar una casa en la ciudad.
Encontramos una casa en la capital, no era lo mismo, pero estaba bien. Al cabo de tres años te tuvimos a ti, Ana, te cuidamos un montón y te llevamos al colegio. Años más tarde nacieron tus hermanitos, eran preciosos. Al principio tuviste envidia pero al final te acostumbraste a ver a los gemelos corriendo por la casa. Crecisteis todos, tú te enamoraste, los gemelos crecieron. Y la vida continuó, yo creo que fuimos la familia más feliz del momento. Aún recuerdo los picnics que hacíamos con los O’Hara y que bien lo pasábamos. Añoro esos tiempos. Ahora tu madre y yo vivimos en la antigua casa de campo que nos devolvieron.
Esperamos que estés bien, os echamos de menos a ti y a tus hijos.
Te queremos,
Papá y mamá