23/09/2020 – Després d’haver suspès l’examen de conduir per 3a vegada.
Le dije que no la quería. Que la odiaba. Ahí falle como hija. Falle como amiga. Y siento culpa, culpa por cagarla entonces y culpa por cagarla ahora. Por cagarla con una cosa tan estúpida. Tan poco importante. Tan poco importante que sin embargo me ha costado el examen. Otra vez. A volver a intentarlo otra vez. Y ya no digo conseguirlo. Por ahora se queda en intento.
Le dije que la odiaba. Que ojalá no fuera mi madre. Y luego me sentí mal, tremendamente mal. Como ahora. Ese es el primer recuerdo de culpa que tengo. ¿Hay otros?
Ya he vivido la emoción. La he sentido hasta lo más hondo. Y he llorado. No imaginas cuanto. La gente pasaba por mi lado y yo llorando. Comentaban entre ellas pobrecita y yo llorando. Sintiendo. Sintiendo sin entender demasiado. Solo llorando. Y su voz, que en algún momento de la vida me perdono el desliz, me guiaba. Y yo sufriendo, deseando morir. ¿Y por qué no te matas me decía? Y yo pensándolo bien. Quiero lograrlo y para eso necesito estar viva. Eso es, es tu elección respondía. Y la voz invitándome a sentir. Y yo llorando. Y la gente mirando y sonriendo con pena. La misma que sentía yo por mi.
Y ahora tengo hambre. Y voy a ver una película o un capítulo de friends. Que esos se ríen de la vida y creo que ahora eso me va a ir bien. Pero antes comeré algo. Porque ya no siento. Solo hambre. Y eso me gusta. Me da un descanso el corazón. Y la cabeza. Y ya no lloro. Ni me culpo. Me perdono. Y me agradezco haber sentido. Y ya no lloro.