Hay un día en que las coses cambian, nada es como tú quieres, te haces mayor. Te piensas que la gente no te entiende, que están en tu contra. Te quejas de todo, no entiendes a los demás, y estas tan harto de tu vida que quieres abandonar-la. Eres alta, con las piernas fuertes, con un cuerpo bastante bien (excepto las piernas), en general bastante guapa. Pero tú no lo crees, te sientes gorda, fea y crees que a nadie le importas. Así, soy yo, me llamo Ana y te voy a contar uno de mis días como preadolescente, el lunes.
Cada día me levanto, al vestirme tardo mucho. Me desespero delante del espejo y me quejo de las piernas que tengo. Me enfado porque me sobran unos cinco quilos (o eso creo) y no me gusta la mayoría de ropa que tengo. Desayunó, con mi familia (mis padres están separados), cosa que a veces resulta insoportable. Y subo al cole con una semi-amiga mía.
Cuando llego me preparó para tres horas súper aburridas con unos profes (dos excepciones) horribles. Después de estas largas horas voy al patio. En el patio, hablo con mis compañeras, las friquis, y envidio a la gente que va con los “popus”. A veces me lo paso bien, cuando vienen a verme mis mejores amigas. Entonces me vuelvo loca y me pongo a reir, son los mejores momentos del día.
Después de media hora de patio tengo dos horas más. Las disfruto un poco más por qué aún conservo el buen humor del patio. Por fin, a la una y media nos vamos a comer. La comida del cole esta asquerosa, no sé por qué está tan mala. En el comedor me lo paso pipa, disfrutó hablando con uno de mis mejores amigos. Cuando estoy con el no pasa el tiempo, siempre le doy la razón y es una persona muy interesante. Como lo admiro mucho, a veces me hace un poco de daño cuando en broma habla sobre mí y mi semi-amiga. A ella le dice cosas muy buenas y yo por dentro me como los celos. De mi dice cosas malas que, aunque sepa que no son verdad me las acabo creyendo.
Después de comer vamos al patio otra vez, odio el trozo de camino para llegar a hasta el campo de hierba. Todo el mundo te mira, yo me siento juzgada. Hay algunos días que me lo ahorro porque cojo otro camino para ir al campo de básquet. Muchas veces voy para ligar y tontear con algunos chicos de segundo, pero otras para desfogarme jugando a básquet. En el campo me pongo de buen humor, siempre riendo y pasándomelo bien. Cuando mis compañeras se van a veces me quedo sola. Primero tengo un impulso de ir con ellas pero, después lo pienso, estoy disfrutando y ahora serán todos para mí.
A las tres, volvemos a clase, solo nos quedan dos horas para irnos a casa. Yo las soporto como puedo, algunos días contenta y con ganas de aprender, pero algunos días muy enfadada con la vida por estar allá. Si no me muero en clase, a las cinco bajo para casa, los lunes hago deberes hasta las 6:30. Entonces me voy a bailar. Algunos días disfruto y aprendo mucho, pero otros estoy toda la clase comiéndome los celos. Porque otra injusticia del mundo es, que bailo con mi hermana. Antes estaba sola, ese centro era aislarme del mundo, ahora con mi hermana es un infierno.
Cuando se acaba volvemos para casa, normalmente me pongo el pijama y me voy a cenar, pero algunos días me ducho antes. La cena es otra pesadilla… Mi madre quiere que hablemos entre nosotros, que pongamos y quitamos la mesa, que cojamos las servilletas de todos. Esto normal, pero estar media hora escuchando no sé qué chorradas que cuenta mi hermano. Hay algunos días que la conversación se pone interesante, pero es 1 de cada 3. Después de cenar acabo de hacer mis cosas y me voy a la cama, leo un poquito y ha dormir.