Jocs Florals 2019.
Prosa en castellà, primer premi.
Gràcies, em vau fer feliç =)
Rota, sin más, en mil pedazos.
«Una amargura convaleciente habita en mi estómago; arde cuando río y se enfría cuando lloro. Se come mis sonrisas y las transforma en pequeños suspiros de dolor; sin querer que se noten, me río. Río bien fuerte para que nadie lo vea, río dulcemente para tentar a la suerte y ver si a ti te gusta. No me miras, no lo notas. Río y cuanto más río más duele. Lloro y cuanto más lloro me ahogo. Me suelen decir que soy una chica feliz, el positivismo en persona. Me admiran, confiesan, mas no deben pensarlo de veras. Y es que en realidad no conocen nada más que aquello que yo les muestro: ni mi mundo frío ni mis aterrorizados miedos; sino no me lo dirían…
No saben de ellos porque yo no les dejo, me asusta, creo que no van a quererme entonces. Por eso río y río fuerte y así nadie se entera. Nadie se entera de esta lucha interna que poco a poco se me lleva; se me lleva lejos, lejos de aquí. La historia se repite y la lucha deja de ser novedad para pasar a ser rutina. Dejo de comer, pruebo con la fruta, no tomo postre mas la congoja vuelve y vuelve y vuelve. Vuelve cuando aparece en la mesa un dulce que no debería estar o cuando mi abuelo con buena intención me sirve un trozo de pastel, del que me gusta, para merendar. Vuelve, siempre vuelve. Y escuece. Me llama y me devora, no me puedo resistir. Luego, viene lo peor, me miro al espejo y dudo. Dudo de mi valor, dudo de mi misma y dudo de mi cuerpo. Y decido no comer, cierro mi estómago, me resisto a bajar a la cocina, pero no funciona y de nuevo vuelve a repetirse esta historia.
Y la amargura no se va, sigue en mi estómago, arde, invade mi mente, la inunda. Y todo se apaga, lo bueno se marcha y nos quedamos ella y yo a solas. A ver quien puede más, a ver quien es más fuerte. Ella gana. Maldigo entonces esta soledad, esta falta de besos que soy incapaz de llenar, porque no se, no se pedirlos y si no esta ella, mi luz, nadie me los da. Y ya no soy rosa ni abeja ni iluminada. Mi pequeña yo se marcha lejos y yo me quedo. Llorando, a veces, pensando, otras. Sufriendo, todas.»
En cuanto termino, un silencio sepulcral invade el auditorio. Acobardada levanto la mirada del papel; no lo he hecho bien, pienso, eres un desastre. Sin embargo es entonces, cuando les miro a los ojos, que un rugido de aplausos estalla de golpe. Sin previo aviso una lágrima se desliza por mi mejilla y sin darme cuenta me echo a llorar. Por primera vez en toda la mañana, puedo respirar profundamente. El aire se expande por mis pulmones y aquel dolor que antes me atormentaba desaparece. De repente, una chica se levanta, yo la miro sorprendida. Le siguen las de su alrededor, y las de atrás y los de adelante y, de este modo, termina todo el auditorio de pie, aplaudiendo. No puedo evitar estallar en carcajadas, lo he logrado, me he expresado y les ha gustado. Un escalofrío me recorre el cuerpo y de pie ante la multitud me doy cuenta de que voy a estar bien, sí, lo presiento, todo irá bien.